El lunes, 14 de junio, un hombre de 58 años se ha suicidado después de que la comitiva
judicial llamase al timbre de su casa para cumplir una orden de desahucio, en el barrio
de Sants de Barcelona. La víctima estaba siendo atendida por los servicios sociales y
antidesahucios del Ayuntamiento, según ha confirmado un portavoz. El juzgado de pri-
mera instancia número 3 de Barcelona desestimó un informe municipal de vulnera-
bilidad para la suspensión de la medida porque no cumplía con las exigencias que
requiere la ley, según ha explicado una portavoz del Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña. La alcaldesa Ada Colau explicó que el hombre se había quedado en el paro y
no podía seguir pagando el alquiler. Cuando han tocado a su puerta para ejecutar el
deshaucio, el hombre, que estaba solo, se lanzó por el patio interior de la vivienda,
según indican fuentes del caso. El informe de vulnerabilidad del Ayuntamiento de Bar-
celona no sirvió para evitar que le echasen de su casa. Con 58 años, inmigrante y en
paro, se suicidó.
El caso es similar al de un hombre que se suicidó en 2018 en Cornellà cuando iba a ser
desahuciado. La víctima, de 45 años, se lanzó por el balcón cuando llela comitiva
judicial a su casa. El propietario del inmueble era un fondo de inversión, Blackstone.
La pareja que convivía en el domicilio contaba con diversos informes municipales que
certificaban la “vulnerabilidad” y el “riesgo de exclusión social” al que estaban ex
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puestos. El mismo día del caso de Sants, según los informativos, se ejecutaron en Bar-
celona otros 20 deshaucios. El ritmo es similar al de cualquier otro día; no todos los
deshaucios culminan en ese tipo de tragedias, pero detrás de cada caso hay una tra-
gedia humana: desempleo, incapacidad de pagar los alquileres que, en el caso de los
fondos de inversión, con frecuencia se trata de “fondos buitre” que suben exagera-
damente los alquileres de las viviendas con la finalidad de forzar a los inquilinos al
abandono de las mismas. Recordemos el caso de las viviendas sociales que vendió a
un fondo buitre la entonces alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y cuyos inquilinos
fueron forzados a abandonarlas para que se construyeran viviendas de lujo para quien
pudiera pagarlas.
Así funciona este sistema económico-social en el que vivimos. Su esencia es la des-
igualdad entre los humanos, y parece que los cristiamos nos hemos instalado en él,
olvidando que Jesús de Nazaret nos convoca a construir un mundo diferente, un mun-
do más justo y más humano, al que él llamaba «el Reino de Dios». Le estamos fallan-
do a nuestro Maestro cuando con nuestra pasividad, e incluso con apoyo activo en las
urnas, permitimos la persistencia del sistema de dominación.